martes, 19 de febrero de 2008

Desde la eternidad

Te escribo desde la eternidad a tu soledad, a ti, que tantas veces me miraste sin verme y me oíste sin escucharme. A ti, que tantas veces prometiste seguirme de cerca y sin saber por qué te distanciaste de las huellas que dejé en la arena para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme, a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo y no comprendes que estoy vivo. Yo soy el principio y el fin, soy el camino para no desviarte, la verdad para que no te equivoques y la vida para que no mueras.

Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y para morir por ti. Yo fui fiel a mi Padre y libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi sangre para salvarte a ti.

Fui maestro y servidor, soy sensible a la amistad y hace tiempo que espero que me regales la tuya. Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales. Sé que quizás tu vida te parezca pobre a los ojos del mundo, pero Yo sé que tienes mucho para dar, y estoy seguro que dentro de tu corazón hay un tesoro escondido que muchos anhelan encontrar.

Cada día espero y no pierdo la esperanza de que me hagas en el un lugar para mí. Si supieras cuánto hace que llamo a las puertas de tu corazón y no recibo respuesta.

Cada vez que creas que no sirves para nada no te deprimas, no te creas poca cosa, no olvides que yo necesité de un asno para entrar en Jerusalén y necesito de tu pequeñez para entrar en el alma de tu prójimo. Cada vez que te sientas solo en el camino, no olvides que siempre estoy contigo.

No te canses de pedirme, que yo no me cansaré de darte, no te canses de seguirme, que yo no me cansaré de acompañarte, nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes, nací, viví, morí y resucité para ayudarte.

Te quiero mucho, tu Salvador y amigo:


Yeshúa HaMashiaj

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